viernes, 19 de diciembre de 2008

Dos voces, un poema

Dos voces, un poema

Me encuentro dormida y de repente una voz que nace de mi corazón me despierta y me pide que tome el lapicero y escriba un poema (en ese momento no sabía que iba a escribir). Mis manos fueron moviéndose a un ritmo suave e intenso. Sentí que eran dos manos las que escribían; la mía y la de otra persona. Jamás lo podré comprobar, pero lo que uno siente es tan real que a veces no importa si no se ve.

Sé que en algún lugar hay alguien igual a mí. En realidad, vale decir, parecido a mí...

¡Son palabras tan simples que dicen tanta verdad! Las personas nos complicamos tanto a veces cuando las respuestas y las preguntas son también tan simples.

Aquí va...

Tómame
ámame
llévame
piso 17.
Tu camino
no es más un desvío
tu sonrisa
mi libertad.
Entrelazados
no hay más de que hablar
sientes
y yo bailo.
Varios pasos
adelante
arriba
piso 18.
Templo de oro
dibujas con un lápiz
el lienzo, yo
mágica creación.
Todo el oro
vida infinita
danza de lobos
vuelo de sirenas.



Karina Esther

viernes, 5 de diciembre de 2008



L
a llave

vestida de
mujer


Algunas historias viven en el pasado. Ese ayer que jamás regresará. Allí sucedió lo ocurrido. Solo allí esas mujeres se conectaron entre sí con sus almas. Aquellas que un día firmaron con sus sangres. Una de ellas, es ella. La clave puede ser. Sin duda la libertad.

Renace la sensación del reencuentro. En algún lugar, en algún tiempo, quizás siglos atrás, quizás en tierras ahora invisibles hubo un pacto.

Mujeres y hombres se esconden. Unos van al este a tierras de arena y mercancías de piedras. Otros, a islas de palmeras, volcanes y agua cristalina. En ese lugar, una voz dulce y tierna dibuja el paisaje. Algunos otros, a ese bosque de árboles muy altos, delgados y llenos de misterio. En el bosque, mucho fuego.

Historias sangran y recorren caminos sin pensar. El sentir es el que marca la brújula.

En ese puerto, cristianos y paganos. En ese puerto, un portal. Y en él, la llave, digo, ella.

Vampiros prendieron sus ojos. Guerreros activaron su aleteo. Están los del sol y también los del túnel negro.

Entran y salen caballeros de espadas doradas, pero también los que se hacen llamar monjes. Ellos visten sotanas oscuras y debajo, lanzas venenosas.

La llave vestida de mujer se presenta dispuesta a amar y su sola presencia opaca a los débiles.

Hay confusión. Muchos giros. Mañana no hay más un sol sino tres. Tú, yo y nosotros.


Karina Esther