viernes, 5 de diciembre de 2008



L
a llave

vestida de
mujer


Algunas historias viven en el pasado. Ese ayer que jamás regresará. Allí sucedió lo ocurrido. Solo allí esas mujeres se conectaron entre sí con sus almas. Aquellas que un día firmaron con sus sangres. Una de ellas, es ella. La clave puede ser. Sin duda la libertad.

Renace la sensación del reencuentro. En algún lugar, en algún tiempo, quizás siglos atrás, quizás en tierras ahora invisibles hubo un pacto.

Mujeres y hombres se esconden. Unos van al este a tierras de arena y mercancías de piedras. Otros, a islas de palmeras, volcanes y agua cristalina. En ese lugar, una voz dulce y tierna dibuja el paisaje. Algunos otros, a ese bosque de árboles muy altos, delgados y llenos de misterio. En el bosque, mucho fuego.

Historias sangran y recorren caminos sin pensar. El sentir es el que marca la brújula.

En ese puerto, cristianos y paganos. En ese puerto, un portal. Y en él, la llave, digo, ella.

Vampiros prendieron sus ojos. Guerreros activaron su aleteo. Están los del sol y también los del túnel negro.

Entran y salen caballeros de espadas doradas, pero también los que se hacen llamar monjes. Ellos visten sotanas oscuras y debajo, lanzas venenosas.

La llave vestida de mujer se presenta dispuesta a amar y su sola presencia opaca a los débiles.

Hay confusión. Muchos giros. Mañana no hay más un sol sino tres. Tú, yo y nosotros.


Karina Esther

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